Son asociaciones benignas de bacterias y levaduras. Lucen como granos de arroz cocido pero más esféricos y a veces más grandes y se cultivan en agua con piloncillo u otro tipo de azúcares o frutas. Estos organismos vivos generan un tipo de fermentación hidroalcohólica en agua y en leche.

Por su parte el de agua produce un polisacárido dextrinado no soluble en agua, y una trasformación de los hidratos de carbono (los azúcares) en glucosa altamente asimilable por el organismo. La producción del polisacárido se aprecia al filtrar con un colador y reposar el agua fermentada y es recíproco al crecimiento de los gránulos. La diferencia principal entre el proceso de fermentación del kéfir y el yogur estriba en que el primero fermenta la leche mediante una reacción lacto-alcohólica, mientras que la del yogur es solo láctica. La fermentación del kéfir, permite descomponer la leche en nutrientes más simples haciéndola digestiva y tolerable por personas que no toleran la lactosa.
También aporta microorganismos que regeneran la flora intestinal y compiten eficientemente contra las bacterias patógenas del intestino. Esto permite tomar el kéfir sin necesidad de hervir o esterilizar la leche en su elaboración, de forma que permite aprovechar todas las propiedades beneficiosas de la leche cruda.
Las personas que no desean consumir leche, o que tienen una dieta vegetariana, pueden encontrar que el agua de kefir provee los pro-bióticos necesarios sin la necesidad de leche o productos cultivados con té como la kombucha. Si se embotella el producto terminado producirá una bebida carbonatada, por ello, puede ser una alternativa a refrescos (sodas) para niños y adultos.
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